Aunque te ame con todo mi ser, a veces siento que tu indiferencia me lastima más que tus palabras hirientes.
Aunque nuestro amor fue intenso, ahora solo quedan los espinos de las rosas que alguna vez me regalaste.
Si supieras cuánto me duele amarte sabiendo que nunca seremos más que amigos, entenderías por qué a veces prefiero alejarme un poco para proteger mi corazón.
Aunque me duela en el alma, prefiero quedarme con tus recuerdos a seguir sufriendo en tu ausencia, porque hasta el dolor de amarte es mejor que la indiferencia de olvidarte.
Cuando te veo con otra persona, siento cómo mi corazón se rompe en mil pedazos, como si cada sonrisa tuya con él fuera un puñal clavado en mi pecho.
Aunque me duela en el alma, prefiero sufrir por amarte a dejar de hacerlo y no sentir nada.
Sabía que me amabas, pero elegiste no hacerlo lo suficiente para quedarte. Y aquí sigo, con el corazón en mil pedazos y la esperanza destrozada.
Sabía que amarte sería como jugar con fuego, pero nunca imaginé que me quemaría tan profundamente con cada caricia que ahora se ha convertido en una cicatriz imborrable en mi corazón.
Yo te amé con fuerza, pero tú me heriste con tus mentiras y promesas vacías. Ahora mi corazón sangra, recordando los momentos que creíamos perfectos. La cicatriz que dejaste nunca sanará del todo, pero aprenderé a vivir con ella, aunque me duela cada vez que pienso en ti.
Pensé que eras mi cura, pero resultaste ser mi peor herida.
Cuando te marchaste, sentí que mi corazón se desgarraba en mil pedazos, como si hubieras arrancado una parte de mí. Pero aún así, prefiero recordarte con dolor a olvidarte sin sentir nada.
Sabes, a veces me pregunto si en realidad fuiste un error en mi vida o solo una lección dolorosa que necesitaba aprender.
Duele más amarte en silencio que escuchar tu voz diciéndome que me olvidaste.
Aunque me duela en el alma, prefiero recordarte con una sonrisa que olvidarte con lágrimas.
Me engañaste una vez, me rompiste el corazón. Pero no permitiré que tu traición defina mi capacidad de amar. Ahora soy más fuerte, más sabio y sé que merezco un amor verdadero que no lastime.
Y ahí estaba yo, enamorado de ti, sabiendo que tus besos eran puñales disfrazados de caricias.
Me engañé a mí mismo al pensar que el amor podía sanar todas las heridas, pero en realidad, fue él quien me lastimó más profundamente.
Te amé tanto que me lastimé a mí mismo tratando de hacerme caber en tus expectativas.
No puedo evitar lastimarme cuando te veo sonreír, sabiendo que esa sonrisa ya no es para mí.
Me entregué a ti con todas mis fuerzas, pero al final solo encontré una ilusión humeante y heridas profundas que no puedo curar.