Cuando camino hacia la cancha y veo tus ojos brillar bajo las luces del estadio, mi corazón se acelera más rápido que un tiro libre a la escuadra. Eres el delantero de mi vida, el defensor de mis emociones, y cada vez que marcas un gol, también golpeas mi corazón con ese amor futbolero que solo tú sabes hacer vibrar. Desde la grada, te animo como si fuera el último minuto de la final y celebro cada abrazo que le das al balón, porque sé que en cada uno hay una parte de mí. Eres mi golazo perfecto, mi compañero de equipo en este juego llamado amor, y juntos hacemos una dupla imparable en el campo de nuestras emociones.
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