Dicen que el amor no se enseña, pero qué sabrán ellos si cada día me levanto con la pasión de transmitir conocimientos y ver crecer a mis estudiantes. La docencia es mi forma de amar, de dejar una huella en cada corazón que pasa por mi aula. Puede que no haya poemas ni cartas de amor, pero mi entrega y dedicación son los mejores abrazos que puedo dar. Ser maestro es amar, pero de una manera que va más allá de lo romántico, es un amor que alimenta almas y construye futuros.
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