Y así, entre mentiras y falsas promesas, construimos nuestro castillo de amor, donde cada ladrillo era en realidad un engaño bien colocado. Qué hermoso es vivir en el mundo de la ilusión, donde los «te amo» se desvanecen como humo en el viento y las caricias son tan efímeras como una burbuja de jabón. Somos expertos en fingir que nos amamos, en ocultar nuestras verdaderas intenciones bajo el velo de la pasión. ¿Acaso no es mágico este amor irreal? Pero sabes, al final del día, es mejor vivir una mentira apasionada que enfrentar la cruda realidad de la soledad.
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