Hoy, frente al altar, me arrodillo ante Dios y ante ti, prometiéndote amarte en cada amanecer y en cada anochecer, en la salud y la enfermedad, en la alegría y en la tristeza. Nuestro amor es bendecido por lo divino, y en esta boda religiosa, nuestros corazones se unen aún más, sellando nuestra eternidad juntos en el sagrado vínculo del matrimonio.
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