Éramos dos amantes sin más opción que esconder nuestro amor en los rincones oscuros de nuestras vidas, condenados a saborear la dulzura del secreto y el amargo sabor de la prohibición. El corazón se resistía a entender que nuestro destino, aunque triste, era amarnos en silencio, mientras la vida seguía su rumbo ajena a nuestra pasión clandestina.
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