Éramos como dos imanes, atrayéndonos con una fuerza irresistible y maldiciendo en silencio nuestro amor prohibido. Sabíamos que no podíamos estar juntos, pero nuestras almas se negaban a separarse, dejándonos envueltos en una tristeza tan dulce como amarga. Cada beso robado era un suspiro perdido en el tiempo, y cada abrazo fugaz era un destello de esperanza en medio de la oscuridad. Nos consumió el deseo, nos ahogó el anhelo y nos dejó marcados por siempre en la eternidad de lo inalcanzable.
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