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Mi corazón late en blanco y rojo, vibra al ritmo de cada gol y se desborda de alegría en las victorias de mi equipo. No importa si ganamos o perdemos, porque el amor que siento por ellos nunca cambiará. Son mi pasión, mi razón para levantarme cada día con una sonrisa y animarlos sin descanso desde la grada. Estoy dispuesto a darlo todo por ellos, porque este amor futbolero no entiende de palabras, solo de sentimientos que se desbordan en cada partido. ¡Vamos, equipo, hasta el final!
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