Nuestro amor ha resistido el paso del tiempo como un fino vino añejo, acariciando nuestra piel con su dulzura y dejando en nuestros corazones una huella imborrable. Juntos, bailamos al compás de los años, regalándonos momentos de ternura y complicidad que solo los adultos mayores saben disfrutar. En nuestras arrugas se esconde la sabiduría de haber amado, caído y levantado, pero siempre con la certeza de que el amor verdadero no tiene edad.
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