Cuando el amor entra a la cancha, no hay dribble que separe nuestros corazones, ni defensa que nos impida anotar los puntos de la felicidad juntos. Somos un equipo imparable, un alley-oop perfecto donde nuestras almas se elevan en sincronía. En cada partido del amor, siempre seré tu jugador más valioso, dispuesto a encestar una canasta de besos y abrazarte en cada ganada.
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