Desperté con el sabor agridulce del destino en mis labios, sabiendo que los designios de la vida nos cruzaron por alguna razón. Y ahí estabas tú, mi amor predestinado, con esa mirada cómplice que dejaba claro que juntos romperíamos todas las barreras impuestas por el cosmos. Porque nuestro amor no es casualidad, es el resultado de una conexión cósmica que desafía las leyes del universo.
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