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Éramos dos mundos opuestos y prohibidos, pero nuestros cuerpos se encontraban en un abrazo clandestino, desafiando todas las reglas del amor convencional. Juntos, éramos el incendio que arde en la oscuridad, la pasión que se escapa entre susurros robados. En este juego prohibido, nos convertimos en cómplices de nuestros propios deseos, sabiendo que nuestro amor nunca podría ser aceptado, pero también comprendiendo que era imposible negar lo que sentíamos. En los rincones secretos de la noche, buscábamos refugio en el calor de nuestros besos, confiando en que aunque el mundo nos juzgara, siempre encontraríamos el camino de regreso a ese rincón donde solo existíamos tú y yo.
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