Éramos dos almas perdidas navegando en aguas prohibidas, buscando refugio en el abrazo furtivo de nuestro amor clandestino. Juntos desafiábamos las reglas del destino, conscientes de que aunque nos pertenecíamos en secreto, el mundo nos separaba cruelmente. Pero cada mirada, cada caricia robada, valían la pena la clandestinidad y el riesgo. Porque en esos momentos fugaces, éramos libres y completos, ardiendo en la pasión prohibida que sólo nosotros conocíamos.
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