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Sabía que éramos como el sol y la luna, destinados a brillar juntos pero nunca tocarnos. Nuestro amor clandestino se convirtió en un fuego ardiente que nos consumía en cada encuentro robado, mientras el mundo ajeno a nosotros continuaba girando. Éramos expertos en mantenernos en las sombras, desafiando lo establecido y viviendo nuestra propia historia de pasión y deseo. Aunque sé que no podemos estar juntos como soñamos, guardaré nuestros momentos secretos en el rincón más profundo de mi corazón, deseando a veces que las fronteras imaginarias que nos separan desaparezcan algún día. Te amo en silencio, mi amante prohibido, y en cada beso furtivo encuentro la razón para seguir ardiendo en esta pasión clandestina.
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