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Con mi peludo compañero, la felicidad tiene nombre y ladrido. Amor incondicional que se vive a cuatro patas, sin importar si es un perro, un gato o cualquier otra criatura de este mundo animal. Juntos descubrimos la belleza de la lealtad y la ternura que solo ellos pueden brindar. En sus ojos encontré mi refugio y en su ronroneo, la melodía perfecta para embriagar mi corazón. Porque el amor no entiende de palabras, solo de latidos que se sincronizan en cada caricia.
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