Cuando siento el abrazo del mar en cada ola que besa mis pies, mi corazón se llena de amor y gratitud por la inmensidad que me rodea. Es como si sus caricias saladas me recordaran que, al igual que las olas, el amor necesita fluir sin límites y dejarse llevar por la magia del vaivén. Así que me entrego sin reservas al mar y a este sentimiento que no conoce fronteras ni límites, porque en su inmensidad encuentro mi propia grandeza.
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