Cuando la vi por primera vez, supe que era la mujer perfecta para mí. Su sonrisa iluminaba mi día y su mirada me hacía perderme en un mar de emociones. Con ella, cada momento se volvía mágico y cada gesto era una demostración de amor sincero. En sus ojos encontré la paz que tanto anhelaba y en su abrazo descubrí el verdadero significado del hogar. La mujer perfecta para mí no es perfecta, simplemente es ella, con sus imperfecciones y virtudes, que hacen que cada día a su lado sea una bendición.
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