Me acostumbré a amar con la misma intensidad con la que Charles Bukowski bebía, sin medias tintas ni remilgos. Enamorarse de ti fue como un trago de whisky cargado de locura y desenfreno, una embriaguez que me hizo sentir vivo y desafiante. Entre versos rotos y noches perdidas, encontré en tus abrazos el refugio a mi existencia desgarrada. Sin importar las resacas emocionales o las cicatrices del pasado, me lancé al abismo de tus ojos sabiendo que era ahí donde deseaba quedarme para siempre.
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